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El laberinto de Guede 28/01/2016

Fundamentalista del juego ofensivo, seis goles en dos partidos, bielsista, la serendad, su juventud, la firmeza del entrenador, la buena o mala fortuna en un interesante análisis del periodista Walter Vargas

Por: Walter Vargas (Telam)


El laberinto de Guede

Pablo Guede transmite la sensación de ser un señor de convicciones muy arraigadas, de los que no retroceden fácil en el hacer y mucho menos en el decir, pero sus primeros pasos al frente del plantel de San Lorenzo de Almagro dan por lo menos para ser analizados en detalle y justificar que unos cuantos hinchas se pregunten si será el sucesor adecuado del 'Patón' Bauza.

Ese recelo de los fervorosos habitantes del tablón no necesariamente se debe a la condición de novato de un director técnico joven (41 años), con apenas cuatro años en ese rol y que nunca dirigió en Primera División de la Argentina, puesto que se inició en el Club Deportivo El Palo de la Tercera División de España, prosiguió en Nueva Chicago en la B Metropolitana y luego fue contratado por Palestino de Chile.

De hecho, le fue muy bien tanto en Mataderos cuanto en Santiago de Chile, ya que en un caso condujo al equipo al título y al consiguiente ascenso a la B Nacional y en el otro estableció un hito en la historia de Palestino clasificándolo a la Copa Libertadores después de 36 años.

Tal vez el recelo tenga más que ver con la etiqueta de entrenador fundamentalista del juego ofensivo y algo remiso a inculcar en sus dirigidos el mismo afán en las tareas defensivas.

Tal vez, en ese sentido, la etiqueta se haya consolidado al cabo de los dos partidos jugados por San Lorenzo en Mar del Plata, los dos perdidos (3-1 con Huracán y 3-2 con River) y los dos cortados por la misma tijera: una saludable vocación de presionar en el campo rival y tender al desequilibrio por los laterales con una copiosa suma de mediocampistas que pisen el área, pero a la vez una nada saludable tendencia a quedar estirado, agrietado, expuesto a sufrir transiciones defensivas donde falta gente o, cuando esto no ocurre, hay desacoples, coberturas deficientes, auxilios tardíos.

Seis goles recibidos en dos partidos son demasiados y demasiado se revela una llamativa cantidad de situaciones de gol en el área propia: eso es hasta aquí, a grandes rasgos, el ciclo de Guede en San Lorenzo.

"Esto no es magia", recuerda Guede, y lo bien que hace reponer esa aparente obviedad.

No, no es magia, claro que no, es la compleja secuencia de transmitir una idea, que esa idea haga carne en los jugadores, que los jugadores sean los pertinentes para defender esa idea y que después hagan el resto el rodaje, las horas de vuelo, los ajustes y la dosis de buena fortuna indispensable para la consumación de toda cruzada.

Pero sin perjuicio de ser respetada la serenidad de Guede, y su firmeza a la hora de defender su ideario y tomar distancia de crispaciones que no guardan relación con las circunstancias (al fin de cuentas la temporada oficial será cosa de febrero), tampoco es ocioso alertar acerca de las peligrosas señales que da un equipo, el de Guede, que más que defender mal, o de forma insuficiente, parece que se niega a defender o que en todo caso defiende a disgusto, a regañadientes.

Enrolado en la línea futbolística que da en llamarse "el bielsismo", puesto que es Marcelo Bielsa una de sus principales fuentes de inspiración (otras son la que atañen a Jorge Sampaoli y Pep Guardiola), el director técnico de San Lorenzo está y estará obligado a atravesar el fuego cruzado que separa el convencimiento de la obcecación.

Es ley de todo equipo del gran Marcelo Bielsa y de sus discípulos (Eduardo Berizzo, por ejemplo, orientador de un Celta de Vigo tan capaz de vencer a Barcelona y a Atlético de Madrid como de perder ante adversarios de lo más pobretones), resolver el problema que presenta la severa indicación de ejercer el protagonismo de cada partido en el campo contrario y a la vez preservar el mínimo, vital y móvil de los recaudos defensivos.

Bien que alguna vez lo dijo con todas las letras el maestro Bielsa y acaso Guede pudiera tomar nota: su equipo, el Olympique de Marsella había perdido un partido insólito, en condición de local, después de ir en ventaja por dos goles ante un rival muy inferior y llegada la hora de las explicaciones en la conferencia de prensa el coach rosarino aplicó su proverbial sinceridad brutal: "es sabido que me gusta que mis equipos vayan al ataque, pero eso no significa que yo les diga que no defiendan".


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